TÍTULO: ¿PP O PSOE?,
TÚ DECIDES.
NÚMERO DE PÁGINAS: 220
ÍNDICE: 195 entradas: "De
unas elecciones", "¿Dónde está Roldán?", "Un
tal De la Rosa", "Aznar protagonista", "¡Dimita,
señor González!", "El rey con Aznar",
etc., etc.
ÍNDICE ONOMÁSTICO: Se habla
de Julio Anguita en 8 Capítulos; de José Mª Aznar
en 29; de Barrionuevo en 4; de Felipe González en 58; de
M. Rubio en 9; de Roldán en 19; de Alfonso Guerra en 8;
de D. Juan Carlos –rey- en 7; de Carrillo, de José Mª Cuevas,
de Induráin, etc., hasta un total de 249 personajes.
ARGUMENTO: Narra, en clave de humor,
el día a día de la historia de España entre
el 23 de marzo de 1994 y el 21 de mayo de 1995.
"HABÍA MIEDO (21-11-94)
No hay bien –ni mal- que cien años dure. Lo digo por
Franco, don
Francisco, que después de tantos años de Generalísimo pensaría
que lo de morir no iba con él. Y vaya si fue. Cuando todo
eran glorias
y honores –como quien dice, en medio de la fiesta-, le dio
un aviso el
corazón y no se lo creía.
-Que sí, que es a ti.
-¿A mí?
-Que te prepares.
-No bromees.
Anoche, con motivo del decimonono aniversario de su muerte, vimos
por televisión
un reportaje de sus últimos días, con la zozobra
y el nerviosismo de médicos y políticos cuando vieron
que la cosa iba en serio: Arias Navarro no pasaba a creerlo; el
mismo Franco se resistía a aceptarlo;
don Juan Carlos se vistió deprisa para presidir su primer
Consejo de Ministros; los familiares cuchicheaban; el pueblo quería
noticias; hasta hubo emisoras extranjeras que adelantaron su muerte;
todo era un rumor. Y Franco,
sin embargo, desmintiendo a Hassán de Marruecos las noticias
que le llegaban sobre el Sahara:
-Yo no he dicho que pueden ocuparlo.
Se temía el cambio. "¿Y después, qué?, se preguntaban, ¿después
de Franco, qué?, ¿podría el rey sustituirle?, ¿qué
iba a ocurrir el día después de su muerte?"
Había miedo. Cuarenta años eran muchos años.
Y el veinte de noviembre, por muchos parches que le pusieron, dejó de
respirar. Contaba uno de sus médicos que en vista de los
acontecimientos, con prisa, tuvieron que operar sin más
remedio y como no cabía
en la camilla por el pasillo hasta alcanzar la ambulancia, fue
llevado su cuerpo en una esterilla.
Todo un Generalísimo llevado en una alfombra entre dos personas.
Me lo imagino: cuarenta kilos escasos de general, moribundo, liados
en una estera
para alcanzar la puerta. De pena. Los guardias por donde pasaban
los moribundos
despojos, se cuadraban con fuertes taconazos. No hay bien –ni mal- que cien años dure. No, no me
refiero al Presidente González y a su partido. Pienso en bienes y en males pequeños,
vulgares, de la vida corriente; me refiero a glorias, siempre pasajeras,
y a
situaciones complicadas de nuestro diario vivir. Hasta don Francisco
Franco,
que parecía ser la excepción de la regla, sucumbió en
su momento. ¿No es una lección que nos dejó a los que aún
vivimos?"
"EQUIPOS DE SEGUNDA (20-5-95)
A bombo y platillo llegó la noticia al pueblo de Miraflores.
Coches con altavoces anunciaban un mitin. Los vecinos tuvieron
de qué hablar. Era
de agradecer la visita, si bien para ellos el hecho no pasaba de
anecdótico,
ya que el tío Baudilio era su alcalde y no pensaban cambiarlo. ¿De
qué partido era? Ni se lo habían cuestionado: era
bueno, servicial y trabajador y con eso les bastaba. Cualquier
problema que se presentaba era
resuelto con la ayuda de don Asterio el cura y cuantos querían
estar con ellos en la casa de todos, como le llamaban al ayuntamiento.
-¿Vendrá Felipe González o José María Aznar?
-Tío Baudilio, si no son ellos, ojo, que vienen a dividirnos.
Y llegó el día anunciado. La sala estaba preparada.
Sobre las ocho se presentó un coche que no era del pueblo.
La gente desde sus casas miraba con atención. Hasta los
hombres recelosos, se abstuvieron de acudir por no pecar de incautos,
que eso se miraba mucho en el lugar.
-Tú el primero no, Genaro. Que luego lo señalaran a uno era cosa que se cuidaba. El visitante descendió de su coche en la plaza y entró al
ayuntamiento. La sala estaba vacía. Ni el tío Baudilio estaba, ya que se había
enterado que no iban ni Felipe González ni José María
Aznar. Sólo estaba el cura, don Asterio, que pensó que era una descortesía
no atender al prójimo del color que fuera y pensara como pensara.
-Soy Rafael Calvo Ortega, presidente nacional del CDS –se presentó.
El cura hizo lo propio, aunque no hacía falta porque usaba
sotana y que era cura saltaba a la vista.
-¿Es que no se han enterado que venía?
-Sí, pero mire... la gente aquí pasa...
-Ya lo veo, ¿cree usted que no vendrán?
-Le seré sincero, don Rafael, si llega a venir Felipe o Aznar sí
vienen, pero cuando supieron que no era ni el uno ni el otro...
-Bien, bien, demos unos minutos de cortesía y empiezo.
-Si estoy yo solo puede ahorrarse el discurso, don Rafael, comprenderá
que a mí no me va a decir gran cosa.
-¿Quién ha venido a mitinear antes que yo, don...
-Asterio.
-¿Quién me ha precedido en Miraflores, don Asterio?
-Nadie, señor Calvo, nadie desde hace muchos años,
yo creo que aún vivía Franco cuando vinieron otra vez con altavoces y músicas
a hablarnos de política. Y si quiere que le sea sincero, esto debía
de pasarle a usted donde fuera.
-¿Cómo?, explíquese, don Salterio.
-Asterio, señor Calvo, Asterio, no Salterio. Digo que su
partido, como otros chiquitajos que andan por ahí, perjudican a los grandes, ¿o
es que espera usted ser alcalde de Madrid o presidente del Gobierno
como don
Felipe González?
-No, pero esa es la política y la Constitución me ampara según
el artículo...
-Déjese de artículos y de Constitución, don Ortega. A propósito,¿es usted pariente de un torero?
-No, don Artículo.
-Asterio, vaya que no se queda con mi nombre. Decía que ustedes no pueden
ganar; sólo quitar unos votos de amigos, compromisos, allegados y deudos,
a los partidos grandes; ¿qué digo a los partidos?, al partido
de la derecha o de la izquierda, ¿no se da cuenta, don Rafa, que lo suyo
es robar?
-¿Robar?
-Sí, lo suyo es robar votos, y un voto vale mucho en unas elecciones.
¿Qué quiere usted, desplazar a Aznar?; ¿sueña acaso
con llegar a la Moncloa?; ¿no ve que su partido no cuenta? Es como otros
partidillos de segunda, de tercera y regionales que andan por ahí dando
saltos de payaso sin la menor esperanza de llegar a ninguna parte.
-¡Vaya sermón, don Acisclo!
-Don Asterio, don Rafael.
-¿Se llama también como yo?
-¿Yo que he de llamarme como usted? Mi nombre es Asterio, ¿me
ha entendido usted?
-Bueno, no se ponga así, que a la iglesia tampoco acude mucha gente que
digamos.
-No cambie de corral, señor Ortega Calvo.
-Calvo Ortega, si le da igual.
-No quiera llevarme a otro terreno que nada tiene que ver.
-Yo creo que sí tiene que ver: Mire usted, don...
-Asterio.
-Mire usted don Asterio, ¿a quién se dirige usted cuando habla
en su iglesia?, a los cuatro de siempre; entonces, ¿para qué sirve
su sermón?: a los que van no les hace falta y a los que les hace falta
no van, o sea, que sermón perdido.
-¿Y qué tiene que ver mi sermón con usted?
-Pues eso, que a mí me escuchan los míos y a usted los suyos.
-Sigo sin entender, don Rafael.
-Bueno, me voy, que no viene nadie.
-Piense en lo que le he dicho: que usted como otros de poco alcance, restan
votos a los grandes, a los que de verdad cuentan.
-¿Lo de poco alcance es un insulto?
-Dios me libre, señor Calvo; era expresarle lo que sentimos por aquí:
o Aznar o Felipe, y lo demás son cuentos. O con los socialistas o con
el partido popular. Como en la iglesia, o dentro o fuera, o conmigo o contra
mí, ¿me entiende? Pero capillitas alrededor no.
-Lo comprendo, don Arisco o Asterisco o como quiera.
-No sabía que mi nombre daba para tanto.
-Digo que lo comprendo, y que le doy la razón: no está bien lo
que hacemos los cien partidos regionales que pululamos por la geografía
hispana. Mi campaña desde hoy, a la vista de los resultados, y gracias
a usted y a Miraflores, irá en ese sentido, a ver si consiguiera reunir
a estos chiquilicuatres como nosotros y les convenzo de que es mejor apoyar
a los partidos mayoritarios. O al uno o al otro. Me marcho, don...
-Asterio, para servirle.
-Que hay mucho que andar.
-Y queda poco tiempo, don Ortega, vaya usted deprisa.
-Adiós, adiós."
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